lunes, 25 de febrero de 2013

¡Epa Isidoro!

¡Epa Isidoro!
¡buena broma que me echaste!:
el día que te marchaste,
sin acordarte de mi serenata

¡Epa Isidoro!
Cuando vuelvas por Caracas,
explícale a las muchachas 
que te fuiste lejos sin decir adiós.

Y sigo pensando
que este viaje tuyo no era necesario
Ahora que Caracas
está celebrando Cuatricentenario

¡Epa Isidoro!
por las calles de los cielos,
en tu coche roto y viejo
la "cuerdita" nuestra te recordará...










          Hace ya algunos años, escuchaba silencioso en mi computadora este tema musical del maestro Billo Frómeta, cuando mi hijo Lorenzo, de entonces unos ocho años, me pregunta:
- Papá: ¿quién es Isidoro?
- Era.
- Bueno, era, pero respóndeme.
- Ok., yo realmente no lo conocí, pero mi papá, tu abuelo, si lo conoció. Según me contó mi papá, era un cochero, muy cariñoso y amable... el último cochero que tuvo Caracas y que falleció cuando yo aún no nacía, el 29 de diciembre de 1.963.
- ...Aaaaaahh, ok... ¿y eso de cochero es como las películas que tú veías con mi abuelo, con caballos, indios y todo eso?
- Ja,ja,ja...¡No tanto!..no, te explico: un cochero era efectivamente el conductor de coches a caballo, pero no necesariamente de las diligencias que se ven en las películas vaqueras, sino más bien era como un taxi, pero a caballo. Acuérdate que él estaba en Caracas, sin tantos edificios, la de los techos rojos, pero igual era una ciudad.
- ¿Y por qué está en la canción?
- Bueno, porque Isidoro, aparte que el caraqueño en general lo quería mucho, fué por más de 50 años conductor de coches en Caracas, aquella Caracas de los techos rojos y calles empedradas, que contaba con añoranza mi papá sobre los comienzos del siglo XX. Isidoro llevó a pasear a muchas personas en paseos familiares, excursiones juveniles, parrandas o encuentros furtivos. Entre sus amigos estaban personalidades, como el mismo maestro Billo Frómeta, y gente común, eso no importaba, el cariño y el respeto era el mismo para todos los que subían a su coche, un Victoria Inglés que estacionaba  diariamente de Monjas a San Francisco, en los alrededores del Capitolio o en la Plaza de Altagracia.
- ¡Cónchale papá!


Semblanza:
          Entre las esquinas de Teñidero y Chimborazo, en la casa identificada con el número 2,durante el Segundo gobierno de Antonio Guzmán Blanco; nació el 2 de enero de 1.880, el hombre que por más de cinco décadas condujo el último (y más famoso) coche de Caracas: Isidoro Cabrera González. Era hijo de Victorino Cabrera, de orígen Canario, de quién heredó la profesión de cochero, obteniendo su título de auriga en 1.911. En cierta ocasión, el General Ignacio Andrade, a la sazón Presidente de Venezuela, requirió de los servicios de Isidoro para que lo llevase a la Casa de Gobierno. Isidoro y el General Andrade conversaron mucho durante el trayecto. Al bajar el Presidente del carruaje le dijo a Isidoro:
- Caramba, Don Isidoro, de verdad que quiero ayudarlo.
- ¿Y como va a ser eso, mi General?
- Venga mañana temprano, que le voy a regalar un Coche.
          Así, Isidoro obtuvo un coche nuevo, un Victoria Inglés, obsequio presidencial,  tirado por sus caballos "Seguridad" y "Tremendo", los cuales bebían cerveza cuando Isidoro quería premiarlos por sus esfuerzos.
          Fué el único cochero caraqueño conocido por su  nombre y apellido, ya que a los demás se les llamaba por sus  apodos o sobrenombres como: Padre Eterno, Rabanito, Monseñor, Mascavidrio, Tántalo, Morrongo, El Elegante, entre otros, y a los que se podía conseguir con sus vehículos estacionados en las esquinas céntricas de la capital.
          Cuando se trataba de paseos familiares, excursiones juveniles, parrandas y encuentros furtivos, Isidoro Cabrera González y su Victoria, fueron la primera opción del General Cipriano Castro, Victorino Márquez Bustillos, Emilio Conde Flores, Juan Ernesto Branger, Andrés Eloy Blanco, Julio Coll, Juan España, Billo Frómeta, José Gregorio Hernández y el resto de la sociedad caraqueña.
          "Dábamos vueltas por los principales botiquines elegantes de Caracas, como La Colonial, Donzella, La Mallorquina, o El Postillón de la Rioja. Unas veces íbamos al Luna Park, otra, al Puente de Hierro o al Restaurant del Calvario. De madrugada regresábamos al trote y los pasajeros descendían eufóricos a las puertas de sus casas" (palabras de Isidoro recopiladas por Graciela Schael en Estampas Caraqueñas, Concejo Municipal del Distrito Federal -hoy Distrito Capital-, 1.975).
          El automóvil que Doña Zoila de Castro trajo a Venezuela en 1.904 -primero en el país- no representó una amenaza para el próspero negocio de Isidoro, quién hacía alucinar a los caraqueños con sus recorridos. Sin embargo, la firma Arévalo & Phelps, y el Almacén Americano, se encargaron de enceguecer a los venezolanos con los automóviles de la Ford Motor Company. Desde entonces, la guerra entre el transporte automotriz y el de tracción a sangre estaba declarada y la profesión de Isidoro estaba en grave peligro. El delirio por el transporte motorizado enterró sin piedad cocheras, caballerizas y carruajes. Aunque la clientela del cochero menguó a gran escala, siempre quedó algún parrandero que, ahogado en el alcohol, hiciera uso de sus servicios.
          Aficionado a la Fiesta Brava, flores, valses y pasodobles, Isidoro retornaba a su casa con el amanecer, desayunaba, dormía y tocaba su guitarra. Con la puesta del Sol, llegaba nuevamente la hora de ir a instalarse en las afueras de los sitios del Este, preferidos por los caraqueños para festejar. Desde el 29 de diciembre de 1.963, nadie más paseó en el célebre coche de Isidoro, no por que su esposa e hijos hubiesen escondido el vehículo para animarle a abandonar el oficio -como lo habían hecho en otras ocasiones-, sino porque la muerte lo hizo su pasajero, y lo llevó de paseo a una mejor vida.

1 comentario:

  1. buena información educativa, es muy importante conocer más de nuestra cultura, te felicito sergio

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