¡Epa Isidoro!
¡buena broma que me echaste!:
el día que te marchaste,
sin acordarte de mi serenata
¡Epa Isidoro!
Cuando vuelvas por Caracas,
explícale a las muchachas
que te fuiste lejos sin decir adiós.
Y sigo pensando
que este viaje tuyo no era necesario
Ahora que Caracas
está celebrando Cuatricentenario
¡Epa Isidoro!
por las calles de los cielos,
en tu coche roto y viejo
la "cuerdita" nuestra te recordará...
Hace ya algunos años, escuchaba silencioso en mi computadora este tema musical del maestro Billo Frómeta, cuando mi hijo Lorenzo, de entonces unos ocho años, me pregunta:
- Papá: ¿quién es Isidoro?
- Era.
- Bueno, era, pero respóndeme.

- ...Aaaaaahh, ok... ¿y eso de cochero es como las películas que tú veías con mi abuelo, con caballos, indios y todo eso?
- Ja,ja,ja...¡No tanto!..no, te explico: un cochero era efectivamente el conductor de coches a caballo, pero no necesariamente de las diligencias que se ven en las películas vaqueras, sino más bien era como un taxi, pero a caballo. Acuérdate que él estaba en Caracas, sin tantos edificios, la de los techos rojos, pero igual era una ciudad.
- ¿Y por qué está en la canción?
- Bueno, porque Isidoro, aparte que el caraqueño en general lo quería mucho, fué por más de 50 años conductor de coches en Caracas, aquella Caracas de los techos rojos y calles empedradas, que contaba con añoranza mi papá sobre los comienzos del siglo XX. Isidoro llevó a pasear a muchas personas en paseos familiares, excursiones juveniles, parrandas o encuentros furtivos. Entre sus amigos estaban personalidades, como el mismo maestro Billo Frómeta, y gente común, eso no importaba, el cariño y el respeto era el mismo para todos los que subían a su coche, un Victoria Inglés que estacionaba diariamente de Monjas a San Francisco, en los alrededores del Capitolio o en la Plaza de Altagracia.
- ¡Cónchale papá!
Semblanza:

- Caramba, Don Isidoro, de verdad que quiero ayudarlo.
- ¿Y como va a ser eso, mi General?
- Venga mañana temprano, que le voy a regalar un Coche.

Fué el único cochero caraqueño conocido por su nombre y apellido, ya que a los demás se les llamaba por sus apodos o sobrenombres como: Padre Eterno, Rabanito, Monseñor, Mascavidrio, Tántalo, Morrongo, El Elegante, entre otros, y a los que se podía conseguir con sus vehículos estacionados en las esquinas céntricas de la capital.
Cuando se trataba de paseos familiares, excursiones juveniles, parrandas y encuentros furtivos, Isidoro Cabrera González y su Victoria, fueron la primera opción del General Cipriano Castro, Victorino Márquez Bustillos, Emilio Conde Flores, Juan Ernesto Branger, Andrés Eloy Blanco, Julio Coll, Juan España, Billo Frómeta, José Gregorio Hernández y el resto de la sociedad caraqueña.
"Dábamos vueltas por los principales botiquines elegantes de Caracas, como La Colonial, Donzella, La Mallorquina, o El Postillón de la Rioja. Unas veces íbamos al Luna Park, otra, al Puente de Hierro o al Restaurant del Calvario. De madrugada regresábamos al trote y los pasajeros descendían eufóricos a las puertas de sus casas" (palabras de Isidoro recopiladas por Graciela Schael en Estampas Caraqueñas, Concejo Municipal del Distrito Federal -hoy Distrito Capital-, 1.975).
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